La consubstanciación no está en las Confesiones Luteranas

Uno de los errores más habituales con respecto a la doctrina luterana sobre la Cena del Señor o Eucaristía, que también recibe los nombres de Santa Comunión, Sacramento del altar, Misa, partimiento del pan o Santa Cena, es la creencia tan extendida de que los luteranos creen en la llamada «consubstanciación», error que sin embargo he visto en ocasiones incluso en eruditos cuando exponen distintas doctrinas eucarísticas.

En realidad la consubstanciación es la doctrina que sostiene que en la Eucaristía coexisten las sustancias del cuerpo y la sangre de Cristo con las del pan y el vino, y la podemos encontrar en el monje Ratramno, en el siglo IX, en Berengario de Tours, en el siglo XI, quien sostenía que el pan consagrado retenía su sustancia anterior, pero al mismo tiempo adquiría una nueva, el Cuerpo de Cristo, y, durante los siglos XIV y XV, fue defendida por los lolardos. Sin embargo, no se encuentra en las Confesiones Luteranas. Tampoco la «impanación», según la cual durante la Eucaristía se produce una analogía de la unión hipostática de Cristo: Si Dios se hizo carne en la persona de Jesucristo, Dios se hizo pan en la Eucaristía. Las atribuciones divinas de Cristo están compartidas con el pan eucarístico a través de su cuerpo. Pero esta doctrina también es rechazada por los luteranos.

Como con otras cuestiones, lo oportuno es ir siempre a los propios textos confesionales. El Artículo Séptimo de la Fórmula de Concordia define precisamente cuál es la doctrina luterana sobre la presencia real de Cristo en la Cena del Señor:

«Creemos, enseñamos y confesamos que el cuerpo y la sangre de Cristo se reciben con el pan y el vino, no solo espiritualmente por fe, sino también oralmente; pero no en un modo capernaítico, sino en un modo sobrenatural, celestial, debido a la unión sacramental; como muestran claramente las palabras de Cristo, cuando Cristo da instrucciones para tomar, comer y beber, como también lo hicieron los apóstoles; porque está escrito en Marcos 14:23: Y todos bebieron de él. San Pablo también dice, 1 Cor. 10:16: El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? es decir: el que come de este pan come el cuerpo de Cristo, de lo que también testifican unánimemente los principales maestros antiguos de la Iglesia, Crisóstomo, Cipriano, León I, Gregorio, Ambrosio, Agustín».

Según explica Friedrich Bente en la obra Introducción Histórica a las Confesiones Luteranas, en lo referente a este Artículo:

«El artículo séptimo enseña la presencia real y sustancial del verdadero cuerpo y sangre de Cristo; su unión sacramental en, con y bajo los elementos del pan y el vino; la manducación oral o el comer y beber de ambas sustancias por parte de los comulgantes creyentes y no creyentes. Sostiene que esta presencia del cuerpo y la sangre de Cristo, aunque real, no es ni una impanación, ni una inclusión local ni una mezcla de las dos sustancias, sino ilocal y trascendente. Sostiene que comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, aunque realmente se hace con la boca, no es capernaítico ni natural, sino sobrenatural. Afirma que esta presencia real no se efectúa por ningún poder humano, sino por el poder omnipotente de Cristo de acuerdo con las palabras de la institución del Sacramento».

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